Goa



Volvemos a los trenes de duración interminable para cruzar Maharastra de nuevo, esta vez por toda la costa, deleitándonos con muy bellos paisajes, ahora todo verde y exuberante, después del monzón, para dirigirnos a Goa.



En Arambol hay playita y comodidades, fiesta, pero... ¿es lo que queríamos? ¿Acabar así el viaje? Percibimos claramente una energía moldeada por un turismo agresivo, sobre todo ruso e israelita, es decir, esto es un mundo aparte hecho para el turismo, donde no se aprecia la verdadera indentidad india. En moto pudimos escapar de los puntos más turísticos y explorar los verdes y selváticos alrededores, no sin percances, pues un abejorro picó a Aitor en el ojo. La rueda, de repente, pinchada iba deshinchándose y deshinchándose, al atardecer, en medio de la jungla… mientras el ojo de Aitor se empezó a hinchar e hinchar, empezaba a chispear y anochecía, y andando con la moto encontramos a unos chavales jugando al fútbol, que desde el primer momento nos gestionaron la reparación, no hubo ni que pedirlo. Ellos se organizaron, trabajo en equipo, y mientras Aitor jugaba al fútbol con las zapatillas de Agata, Agata animaba en la banda. En poco tiempo se solucionó el pinchazo, y eso que era fiesta y estaba todo cerrado…









El monzón, que teóricamente había terminado, volvió a pegar sus últimos coletazos, el cielo se unió al mar a través del agua, el mar se llenó de tierra, la tierra de humedad y hongos, y tras 5 días sin salir de casa y con goteras decidimos marcharnos a Gokarna, en Karnataka, el sagrado pueblo llamado “Oreja de Vaca”.




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