Llegada a Delhi

Aeropuerto de Barajas, Madrid, 4 de noviembre 08.
Comienza el viaje.



El vuelo se hizo bastante ameno. El avión era gigante, con turbinas que sobrepasan la altura de un hombre y medio con una gran cabeza. Fué lo primero que me pregunté; ¿cómo es capaz de volar algo tan pesado? Tenía cuatro cabinas más la first class. Dormíamos a intervalos. Diego, el que intentó ayudarnos en Heathrow había pedido para nosotros el mejor sitio.





Podíamos estirar libremente las piernas, pero resultó que los posabrazos no se levantaban para poder recostarnos, con lo que entre cabezada y cabezada, cuando abría los ojos, la dulce cara de la azafata me sonreía y ofrecía la cena. Entre estas cabezaditas al abrir los ojos una delgada línea se degradaba desde los naranjas hasta los rojos y rallaba el horizonte. La ventanilla del avión nos estaba contando cómo amanecía. Y un rato más tarde un paisaje nuevo e inhóspito bajo el avión. Estábamos en algún lugar del desierto de afganistán, que en contraste con la tierra llena de arrugas pudo detener nuestras miradas durante minutos interminables.





¡Estamos en India!
El aeropuerto de Delhi me sorprendió; era grande, limpio y organizado. La idea que me había hecho contrastaba con aquél orden, pero me daba miedo atravesar el umbral; acosadores, timadores, gente tirada y descompuesta nos estaba esperando fuera...
Prejuicios; nada de esto ocurrió. Cambio dinero y en aquel cuartucho limitado por un grueso cristal se encontraba un hombre sonriente con barba y turbante. Era la oficina de trenes.

- Hay billetes para Ajmer?
- Para cuándo?
- Hoy? – si me contesta que sí, lo cogemos.
- Second sleeping class, with a bed, to sleep.
- Si, 200 rupias. Sale a las 10:30 de la noche. Llega a las 7.30 de la mañana.
- Ok

Puff, ¿nos habrán timado? qué facil ha sido todo esto. Después contratamos un Taxi pre-pay “to the train station” en Old Delhi. Al salir del aeropuerto con el carrito de las mochilas, las cabezas se asoman. Llevo el tiket del taxi en la mano para que los timadores se den cuenta de que a nosotros no nos van a engañar... ¡Calor! Un hombre levanta la mano. Va vestido con uniforme oficial, me pide el tiket, y forcejeo en mi empeño para que no me lo quite de las manos... Me rindo. Nos suben al taxi de hace unos cuantos años; un chico joven con la cara llena de agujeros y con camisa planchada será el encargado de llevarnos sin mediar a penas palabra...




La llegada a la estación Norte de Old Delhi es el contacto real. Mucha gente cruzando la carretera al ritmo de los pitos. Y es que al final, los europeos estamos tan estandarizados, tan regidos por reglas que estar aquí te hace pensar que no siempre en el orden está la organización.

Dos mochileros pasean entre miradas de todas las clases; miradas penetrantes, miradas perdidas a las que no te dignas a contestar, miradas sin nombre, miradas curiosas, miradas sin más.

Dejamos los equipajes, nos quitamos de encima toda la ropa que nos había estado abrigando en Madrid durante el último año, y tras un largo intento por confirmar nuestro billete, preferimos desistir porque parece como si la primera planta de información para extranjeros se hubiera evaporado.

Muchiiiisima gente, mucha más que en el momento en que Madrid se hunde... Cuando digo mucha es diferente y variada. De todos los colores y olores... Mucha suciedad contaminación y miseria.

Estamos cansados pero vamos a ver qué ocurre tras los muros de este mundo ferroviario.
Delhi es un hormiguero humano. Entramos por calles repletas de más gente. Bueno, hombres. Parece un caos pero todo fluye como tiene que fluir. Cabras, vacas, monos, perros, bicis con cargas que parece que no cupiera ni en un camión, gente en la carretera, amasijos de cables y fachadas desconchadas. Ruido ruido y más ruido. Gente lavándose en la calle... Las hormigas soldado que controlan el orden de este hormiguero humano van con varas, cual pastor con el rebaño en soria, para evitar aglomeraciones en caso de que no obedezcan a los pitidos de su silbato.

Nos hemos perdido por una galería a la que llaman electrical market, en busca de un adaptador para los enchufes europeos. Ha habido un momento en el que la calle se ha bloqueado por un camión de tres ruedas en un lado y un carro con un montón de paquetes en otro. Ninguno podía pasar, y tampoco retroceder puesto que no paraba de llegar gente y más gente, y para pasar hemos tenido que sortear los objetos de venta de una tienda y así poder salir de aquella jungla humana. ¿y mear por primera vez en un servicio público? todavía se me ha quedado dentro aquél olor. De olores hay mucho, menos mal que ando resfriado. Aunque a ratos también huele bien, a especias, y como a castaña asada y a boniatos asados al carbon. Hay escupitajos muy grandes en las calles, parecen potas, de color rosa. No sé lo que es aún. En la calle hay palomitas, todo tipo de fritos, y verduras crudas, también frutas y dulces, que se llenan rápidamente de moscas y otros bichos amarillos voladores más grandes.

Es agobiante sortear a tanta gente en tan poco tiempo y peligroso cruzar la calle; y pensaba que en Roma no respetan al peatón... Una moto casi me atropella pero la he parado con la mano. ¡Qué control! Se le coge pronto el gustillo pero necesitamos descansar.

Ahora mismo escribo desde la estación de Delhi, son las 19:45 y hay una neblina que junto a la multitud de paquetes cosidos a mano y carros viejos reporta un halo de nostalgia que invita a la imaginación a retroceder en el tiempo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

los escupitajos rojos son una planta que mascan y van escupiendo toooodo el dia. En Birmania tambien la mascan. Reconocereis a los enganchados porque se les queda la boca roja. Es un excitante, les despierta del sopor del calor. Es como el café o como el tabaco de mascar de los vaqueros, activa para trabajar.by Maloli.

Anónimo dijo...

Hola queridos dos...veo que os habéis desenvuelto genial en este vuestro primer contacto...creo que estáis hechos para esa tierra...y los hechos se irán remitiendo...Me habéis hecho recordar de nuevo mi experiencia, gracias...
Sólo quería deciros que los escupitajos que veis y veréis en paredes de hoteles cutres, en la calle y por doquier...no es más que el tabaco masticado y tragado que ellos pastean en su boca...lo llevan horas y cuando están cansados lo escupen en cualquier sitio...lo que pasa es que su color se parece más al rojo...son unos verdaderos guarros...aunque es lo que su cultura les ha transmido tras generaciones y también es un relajante del sistema nervioso, tengo entendido...
Os mando mil amores y deciros que sigo vuestras aventuras...Un abrazo a mis chicos!!!
Soni

Anónimo dijo...

Leeros aquí y más en estos momentos de estrés de estudio es como coger una bocanada de aire fresco. La idea del video es estupenda, soñaremos un poquito junto a vosotros gracias al blog.
Dan ganas de cerrar los ojos y perderse por una de esas calles,sorteando escupitajos rojo.
Os mando besos, esperando más noticias me despido* Andrea.

Anónimo dijo...

Aloha!!!!
Que lindos...
Me encanta esto del blog, las fotos que maravilla y los comentarios jajaja...
-Soni!!!! .Coje la mochila y vamonos a ver a los chicooossss!!!
ABRAZOTES!!!

orugaaa dijo...

hey perdidos, vaya cambio del aeropuerto a la calle. Y como son los enchufes de alli??
y al final os enterasteis si os timaron??
y alli los maderos no llevan pipa??
que raro es todo aquello, pero molaria verlo, que envidia, bueno no hagais mucho el indio..........

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